miércoles, 25 de octubre de 2017

Reflexiones y miedos

El momento en el que nacen tus hijos seguramente es algo bonito y maravilloso que yo no pude vivir, primero porque entré llorando a quirófano y segundo porque no pude ver a mis bebes hasta casi diez horas después de nacer, por eso, el "piel con piel" algo que había deseado hacer en el momento en que naciesen lo tuve que olvidar.

Cuando los conocí, además de pensar que eran muy pequeños y preciosos, quería saber qué estaban sintiendo, si sentirían dolor, si estaban tranquilos, cansados...y sobre todo si se sentirían solos, sentimiento que me acompañó durante todo el ingreso de mi guerrera.
Siempre me he preguntado como, entre todas las personas que la cuidaban y la tocaban sabía que yo era su madre. Ese apego inicial, esa conexión tras el parto... no pudimos tenerla y sin embargo, según pasaba el tiempo me daba cuenta que ella sí diferenciaba entre las personas. Cuando empezaba a respirar peor yo conseguía en ocasiones tranquilizarla y que se estabilizara; cuando estaba tontorrona y pitaba a cada rato, se calmaba conmigo no con su padre  y cuando quería coger la mano de alguien era la mía la que buscaba. 
Aún así, el miedo a que se sintiese sola no se fue, y yo diría que sigue estando presente (por eso en cuanto llora voy a cogerla en brazos, algo que dije que jamás haría con mis hijos).

Por supuesto, me acompañaban más miedos, por ejemplo de madrugada y a las 12.00, momento en el que informaban los pediatras. Siempre recordaré que su hermano nos dejó a las 02.30 de la mañana y quizás por eso las noches eran y siguen siendo las más duras. A las tres de la mañana me tocaba sacarme leche y tras terminar, tenía que despertar a mi medio limón para que llamase a la UCIN y preguntase como estaba nuestra pequeña. Él estaba tan tranquilo durmiendo pero yo no podía llamar, de hecho, tenía que salirme de la habitación para no escuchar lo que decían porque empezaba a tener taquicardias y ya no me quedaba tranquila en toda la noche. 
Al mediodía también era una pesadilla, sobre todo al principio. Mi pareja tenía que trabajar por lo que era mi madre la que me acompañaba todas las mañanas a la UCIN (ella no podía pasar pero se quedaba toda la mañana esperando fuera por si tenía un momento de bajón y necesitaba llorar que tuviese a alguien fuera). En este hospital era de puertas abiertas para los padres, excepto de 10.00 a 12.00 que los pediatras se dedicaban a explorar a los bebes, pautar tratamientos...Y yo, que me había ido a las once de la noche, había llamado por teléfono a las tres y las seis de la mañana, estaba inquieta y muerta de miedo por ver que novedad me podía encontrar al pasar porque no se podía anticipar, eso es una montaña rusa emocional que cambia en cuestión de horas, y es un proceso en el que hay dos pasos hacia delante y uno atrás.

Además, había más niños, y por desgracia vimos a más de un bebé fallecer, que te recordaba que, aunque tu niña estuviese mejor ese día no, dejabas de estar en una UCIN y todo podía pasar así que  te ibas a casa con el llanto de dejar a tu bebé pero también con el de la pérdida de esos padres con los que habías compartido experiencias, comida, llantos y sonrisas.



91 días para pensar en negativo; generar miedos, cambiarlos y crear nuevos; días en los que no te permitías pensar más allá de unas horas, no podías ni pensar en el momento del alta porque no sabías lo que podía pasar; miedos que, aunque van implícitos con la maternidad nadie debería pasar.

2 comentarios:

  1. Como entiendo yo pase algo parecido con mis gemelas. Gracias a dios todo pasó y aquí estamos un año despues. Se pasa muy mal y como dices tú una incertidumbre constante. Besos wapa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro que, aunque tuvieras que pasar por esto, tus niñas estén bien y contigo en casa

      Eliminar